Creo que no somos
conscientes del bien que puede hacer en nuestros niños y adolescentes la
espiritualidad de la Infancia Misionera. El próximo 19 de enero celebraremos su
Jornada en España. El obispo que la “inventó” y promovió, Mons. de
Forbin-Janson, quería, a través de esta Obra, hacer descubrir a los pequeños
que ellos también eran responsables de que Jesús fuera conocido y amado por
todos esos niños que, desgraciadamente, no han tenido todavía la posibilidad de
oír del amor de Dios.
Los niños deben saber que la
Iglesia depende también de ellos y que la tarea fundamental que la Iglesia
realiza, que es la evangelización, es suya, es parte de su compromiso de amor
con Jesús. Por eso, si el pasado 2024 el lema era “Comparto lo que soy”, este
año, para darle continuidad, proponemos “Comparto lo que tengo”. El niño, el
adolescente, el joven, como el adulto o el mayor, puede y debe compartir lo que
es: su fe, su amor a Dios y al prójimo, su pertenencia a la Iglesia… Y puede y
debe compartir también lo que tiene: su alegría, su oración, su cariño y
también, ¿cómo no?, su aportación económica.
Evidentemente, si la ayuda
monetaria que podemos ofrecer desde España a los territorios de misión fuera
exclusivamente lo que los niños pueden aportar, nuestro apoyo sería muy
pequeño. Por eso contamos también con lo que se recauda en las parroquias, lo
que aportamos los adultos…; y es importante, sin duda. Pero es fundamental,
además de una alegría, ver cómo los más pequeños también se sienten parte de
esta campaña; y, cuando se les involucra, entienden muy bien que la Iglesia, en
este caso, las misiones, no puede prescindir de ellos y de lo que ellos pueden
aportar. No es tanto la cantidad, siendo esta algo importante: es la calidad.
Como decía santa Teresa de Calcuta, “hacer cosas pequeñas con un gran amor”.
“Comparto lo que tengo” es
descubrir a los niños que no es indiferente que ayuden o no, que recen o no,
que animen a otros a participar de la Jornada o no… Dios quiere, sin duda,
contar con ellos y valora cada gesto y cada acto de generosidad que puedan
ofrecer, por pequeño que pueda parecer.
Por eso he comenzado
diciendo lo importante que es y el bien que puede hacer el carisma de la
Infancia Misionera en la formación y educación cristiana de nuestros niños y
niñas. Es implicarles en la universalidad de la Iglesia, que se extiende mucho
más allá de nuestras parroquias, colegios y grupos de fe. Es mostrarles la
realidad de tantos niños y niñas que hay en el mundo, que no tienen las
oportunidades ni las facilidades de vivir su fe, su vida cristiana, su
pertenencia a la Iglesia que tenemos en nuestras ciudades y pueblos. Es
ayudarles a descubrir que de ellos depende también que la evangelización siga
avanzando y profundizándose en los lugares más recónditos e insospechados.